LA CARTA DE LA SEMANA

Bécquer.


"El profesor abandona, envejecido, el aula. Sobre sus espaldas 31 años de docencia y otros tantos de conciencia. Algunos lo creen funcionario. Él solo se sabe maestro. Le pesa la burocracia. Y ese alumno que ha perdido el hálito y al que no sabe cómo ayudar. Se pregunta si su tarea aún sirve. A la salida, un joven matrimonio lo saluda con una cortesía en desuso. Tarda en reconocerlos. Finalmente, los sitúa en un pupitre y en un curso del pasado. Le presentan a su hijo: Gustavo.- Por Bécquer-, dice el padre. -Y por usted-. Y le recuerdan que un día les leyó en clase la rima XXX y que les recordó que el orgullo no debía nunca sajar el amor. Los tres recitan:

      Asomaba a sus ojos una lágrima 
       y a mis labios una frase de perdón;
       habló el orgullo y se enjugó su llanto, 
       y la frase en mis labios expiró. 
      Yo voy por un camino, ella por otro; 
       pero al pensar en nuestro mutuo amor, yo digo aún: 
      ¿Por qué callé aquel día?,
      y ella dirá:
      ¿Por qué no lloré yo?

-A la salida seguí su consejo- añade el padre. -Y la llamé. Y ahí lo tiene, a Gustavo-. Al día siguiente, el profesor amaneció rejuvenecido. Había encontrado lo que creía haber perdido: el sentido de un oficio". 


Carta escrita a la revista XL Semanal por Juan Luis Hernández y premiada porque "No está de más recordar esa retribución tan antigua de ser y hacer lo que uno debe, en tiempos en que escasean otras".


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